Perfil

Vivo en Vallecas, uno de los barrios más conocidos de Madrid. No tengo pareja pero sí a mi familia cerca. Me encanta estar con ellos, especialmente mis dos sobrinos pequeños de los que nunca te puedes esperar con qué van a salir.

Me gusta la decoración e ir a ferias de objetos antiguos (y no tan antiguos) de donde saco ideas para ir montando mi piso.

Una de las cosas que más me gusta es sorprender a amigos y familia con regalos personalizados que haga yo misma: busco algo que me pueda inspirar, aprendo a hacerlo y luego se lo personalizo con sus gustos.

Además me gusta mucho leer y aprender cosas.

Soy de ciudad, muy de ciudad. Si me ofreces ir de viaje al Gran Cañon o Nueva York, no te quepa duda de que elegiría Nueva York. Pero para vivir prefiero la tranquilidad de un barrio  periférico que me permita descansar del ruido del día a día pero a un tiro de piedra del meollo de la ciudad.

En el laboratorio donde trabajo buscamos antivirales, es decir compuestos que maten virus (como el sida, la gripe,…). En esta  búsqueda está implicada muchas personas: biólogos, químicos, físicos… Entre todos decidimos qué podemos hacer para luchar contra las enfermedades y luego cada uno se pone manos a la obra. Nuestra parte consiste en preparar los “fármacos” que puedan matar los virus. Pero no solo hay que matar los virus sino evitar que nos haga daño a nosotros ¡y eso es muy difícil!

Cuando tenemos los “fármacos” preparados se los mandamos a los biólogos que estudian como se comportan frente a virus y células humanas. Los físicos por su parte nos ayudan a comprender qué está pasando dentro de los virus y las células. Todos estos datos nos ayudan a nosotros a diseñar nuevos “fármacos” que volverán a estudiar los biólogos y físicos. ¿y cuando se rompe el círculo viciosos? Cuando por fin encontramos algo realmente bueno. Entonces hay que estudiarlo en animalitos de laboratorio. Créeme, a nosotros tampoco nos gusta y puede que en un futuro no haga falta. Pero ahora es muy importante para estudiar los “fármacos”.

Si todo sale bien, muy bien, y después de muchos años de estudio, el “fármaco” se prueba en humanos…y ahora es cuando aparecen los médicos. Ellos son los encargados de la última etapa  del viaje: se estudia en voluntarios sanos primero para ver que el fármaco es seguro y luego en pacientes voluntarios para ver si funciona.

Y sólo entonces, si todo ha salido bien, el medicamento sale al mercado.

La química orgánica es nuestra herramienta de trabajo. Si entras en un laboratorio de química verás que casi siempre hay algo calentándose y mezclándose.  En esto se parece bastante a la cocina pero hay una gran diferencia. Al igual que en cocina normalmente sabemos que queremos conseguir al final pero nosotros no tenemos ningún libro de recetas para ello. Es como tener un edificio de Lego ante ti y que nadie te diga cómo construirlo. Así que nuestro trabajo fundamental es descubrir qué piezas utilizar y cómo “encajarlas”.

Y cuando por fin lo tenemos, resulta que está mezclado con otras cosas que debemos de limpiar.

La mayor parte de nuestro tiempo lo dedicamos a eso: a juntar primero las “piezas” y separar después “nuestro edificio” de otros que no queremos.

Siempre he pensado que la mejor manera de aprender ciencia es jugando y en esto los talleres científicos son una gran herramienta para acercar la teoría de los libros a la vida cotidiana.  Descubrir  que no todos los rotuladores negros son iguales, ver cómo funcionan los pañales, extraer tu ADN o descubrir la fluorescencia que esconde la naturaleza. Hay miles de experimentos que se pueden hacer cómodamente en bibliotecas o institutos sin necesidad de aparatos complicados. Sólo hace falta dedicación, imaginación y un poquito de financiación para acercar la ciencia tanto a pequeños como a los más mayores.